"Majestad, solo de vos
dependen mi destino, mi salud y mi vida. Permitidme que vaya a San Petersburgo
para consultar a los médicos. Devolvedme la libertad y dadme la posibilidad, al
recobrar la salud, de ser útil a mi familia y también, de un modo o de otro, a mi patria…
Que Vuestra Graciosa Majestad me
perdone también mi segunda petición, y
que se digne concederme un favor especial
ordenando que mi hijo político, Pavel Isaiev, de doce años de edad, ingrese, por
cuenta del Estado en un liceo de San Petersburgo… Así haríais posible la dicha
de su madre, que enseña todos los días a su hijo a rezar por la prosperidad de Vuestra Majestad Imperial
y de su ilustre familia.
Majestad, sois como el sol que brilla sobre los buenos y sobre los malos. Habéis causado ya la felicidad de millones de vuestros súbditos; sed también
la providencia de un pobre huérfano, de su madre y de un desgraciado enfermo,
cuyo destino no ha sido levantado, y que está dispuesto a sacrificar inmediatamente su vida
por el emperador, el bienhechor del pueblo…
Con mis sentimientos de
veneración profunda y de abnegación ardiente e infinita, me atrevo a aseguraros
que soy el más fiel y más
agradecido súbdito de Vuestra Majestad
Imperial.
F. M. Dostoievski."
“Esta carta, que puede parecerle
servil a un occidental, solo es para
Dostoievski la expresión natural de su
confianza en el zar. Se sitúa ante él
como un niño. Se queja de él, como un hijo desdichado a su padre. Y no hay un solo ruso
que no comprenda ni apruebe esta actitud. Cuando en mayo de 1849
detuvieron y encerraron en la
fortaleza de Pedro y Pablo al
revolucionario Bakunin, el emperador Nicolás I le envió el siguiente mensaje con el conde Orlov, que corrobora lo
dicho anteriormente.
"El emperador me envía
junto a usted. Me ha ordenado lo siguiente: “Dile que me escriba como un hijo le escribiría a su padre espiritual"
“Y Bakunin, el nihilista
profesional, el oponente de todas las tradiciones, el apóstol de la destrucción universal, se inclina ante la voluntad del soberano y redacta su confesión:
"Sí, señor; me confesaré a
vos como a un padre espiritual, de quien
espera el hombre la absolución, no aquí, sino en el otro mundo. Ruego
a Dios
que me pueda inspirar palabras
sencillas, sinceras, sin malicia y sin adulación, dignas de hallar acceso
al corazón de Vuestra Majestad."
“Y es que ni siquiera el pudor cohíbe las relaciones entre el zar y sus súbditos.”(Fuente: Henri Troyat Dostoyevski)
Cabría hacer la pregunta de si Dostoievski fue obligado a redactar de
tal forma sus peticiones.
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