sábado, 30 de marzo de 2013

Dostoievski y Bakunin ante “Vuestra Majestad Imperial”




"Majestad, solo de vos dependen mi destino, mi salud y mi vida. Permitidme que vaya a San Petersburgo para consultar a los médicos. Devolvedme la libertad y dadme la posibilidad, al recobrar la salud,  de ser útil  a mi familia y también,  de un modo o de otro, a mi patria…
Que Vuestra Graciosa Majestad me perdone también mi segunda  petición, y que se digne concederme un favor especial   ordenando que mi hijo político, Pavel  Isaiev, de doce años de edad, ingrese, por cuenta del Estado en un liceo de San Petersburgo… Así haríais posible la dicha de su madre, que enseña todos los días a su hijo a rezar  por la prosperidad  de Vuestra Majestad  Imperial  y de su ilustre  familia.
Majestad,  sois como el sol que brilla  sobre los buenos y sobre los malos.  Habéis causado ya la felicidad  de millones de vuestros súbditos; sed también la providencia de un pobre huérfano, de su madre y de un desgraciado enfermo, cuyo destino no ha sido levantado, y que está dispuesto a sacrificar  inmediatamente  su vida  por el emperador, el bienhechor del pueblo…
Con mis sentimientos  de  veneración  profunda  y de abnegación  ardiente e infinita, me atrevo  a aseguraros  que soy el más fiel  y más agradecido  súbdito de Vuestra Majestad Imperial. 

 F. M. Dostoievski."

“Esta carta, que puede parecerle servil a un  occidental, solo es para Dostoievski la expresión natural  de su confianza  en el zar. Se sitúa ante él como un niño. Se queja de él, como un hijo desdichado  a su padre. Y no hay un solo  ruso  que no comprenda ni apruebe esta actitud. Cuando en mayo  de 1849  detuvieron y encerraron  en la fortaleza de Pedro y Pablo  al revolucionario Bakunin, el emperador Nicolás I le envió el siguiente mensaje  con el conde Orlov, que corrobora lo dicho  anteriormente.
"El emperador me envía junto a usted. Me ha ordenado lo siguiente: “Dile que me escriba como un hijo le escribiría a su padre  espiritual"
“Y Bakunin, el nihilista profesional, el oponente de todas las tradiciones, el apóstol  de la destrucción universal,  se inclina ante la voluntad del soberano  y redacta su confesión: 

"Sí, señor; me confesaré a vos como a un padre espiritual, de quien  espera el hombre la absolución, no aquí, sino en el otro mundo. Ruego a  Dios  que me pueda inspirar  palabras sencillas, sinceras, sin malicia y sin adulación, dignas de hallar  acceso  al corazón  de Vuestra Majestad."

“Y es que ni siquiera el pudor  cohíbe  las relaciones entre  el zar y sus súbditos.”(Fuente: Henri Troyat Dostoyevski)

Cabría hacer la pregunta  de si Dostoievski fue obligado a redactar de tal forma sus peticiones.

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