viernes, 24 de mayo de 2013

Pushkin se preocupa por la seguridad de su “majestad el Emperador”.



Fragmentos del  Diario de Pushkin.

1831
26 de julio 

   Ayer su majestad el Emperador  se dirigió  hacia los batallones (en la provincia de Nóvgorod) para apaciguar las perturbaciones que se sucedieron allí. Fueron asesinados por los rebeldes algunos oficiales y cirujanos. Sus voceros llegaron a Izhor con la cabeza inclinada y con  una nota de uno de los oficiales que antes de su muerte  fue obligado por los rebeldes a declarar por escrito como si él  y los cirujanos estuvieran envenenando al pueblo. El Emperador  converso con los voceros de los sublevados, los envió atrás  y les ordenó subordinarse  en todo al conde Orlóf, que fue enviado  con la primera noticia  de la sublevación  y quien prometió  personalmente llegar hasta donde ellos. “Entonces los perdonare”  les dijo. Parece que  todo se ha  tranquilizado, y si aún no,  con la presencia  del Emperador   sucederá.   

     Sin embargo  un recurso   tan categórico  como este  último, no debe  ser empleado  a menudo. El pueblo no debe  acostumbrarse a la presencia del zar como si este se tratara  de una figura corriente. La represión  de la policía debe intervenir, ella sola,  en los disturbios de la plaza – y la voz del zar no debe amenazar  ni con la metralla, ni con el látigo-.  El zar no debe personalmente acercarse al pueblo. La  chusma dejará  muy pronto de temer ese poder misterioso y empezará a ufanarse  de sus relaciones con el Emperador  y muy pronto en  sus motines  va a exigir la aparición  de él, como una condición indispensable. Hasta  ahora el Emperador,  quien posee el don de la palabra, habló solo; pero puede encontrarse  en la muchedumbre  una voz que le replique. Esas conversaciones  son indecorosas (inconvenientes)  y las discusiones  en la plaza  se van a convertir  inmediatamente en el  rugido  y el aullido  de una fiera   hambrienta.  Rusia  tiene 12 000  verstas  de anchura; el Emperador  no puede  aparecer  en  todas partes, donde  puede estallar  la sublevación.

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